Ya venía fallando cuando iba al Tec rumbo al examen de Mercados y probablemente fue gracia divina que se apagara un par de metros después de la caseta, al entrar a la escuela. Pero solo resolví prenderlo de nuevo y estacionarlo lo más cerquita posible.
El examen fué una obscenidad, un insulto -tan cabrón como pudiera ser posible-, así que mi ánimo no era de lo mejor; y adentro, traía yo un desorden endócrino que punzaba mi humor incesantemente.
Al salir, cercano a las 8.30 de la noche, la Paloma venía conmigo con su metralla de quejas y malestares sobre el examen. Ni siquiera la oí. Es que el
Gordo me traía preocupado, pues seguramente me iba a dar problemas y había que llegar pronto a casa para estudiar para el siguiente examen, tempranito al día siguiente.
En efecto dio problemas...
Después de la primera curva, enfrente de la gasolinera "El Piloto", el
Gordo estiró la pata y se quedó náufrago sin siquiera poder entrar en un acotamiento. Ahí trepados, la Paloma y yo hicimos las respectivas llamadas para avisar de la demora mientras esperábamos que sólo fuera un malfuncionamiento temporal.
Pero esperamos -mucho- y no avanzó más...
Resultó mera casualidad que la Luapa y la Flor iban rumbo a la escuela a esas horas (dicen que pa' recordar viejos tiempos, pero esa no me la trago, otras intenciones malandrinas traerían), así que eché la llamada de auxilio, sin esperar recibir la ayuda mecánica que curara al
Gordo, sino más bien para tener compañía, ideas y carro para llegar a la ciudad.
Un carro de la policía municipal y otro de la federal pasaron saludando sin detenerse mientras que yo sonreía con aires de "
chinguen a su madre patrullitas de coño". Así que, opté por pedir ayuda en la gasolinera, donde me dijeron que enfrente había un taller mecánico.... Error.
La Flor tuvo la descripción perfecta de la atmósfera alrededor de aquel taller oscuro y tétrico, plagado de trailers viejos que simulaban haberse muerto en el camino y de maquinaria enorme y oxidada que parecía esconder secretos inimaginablemente horripilantes. Ella lo dijo así: "
Texas Chainsaw Massacre"
En el portón del terreno oscuro había una casita rodante vacía donde ladraba un perro negro enorme y, junto a la carretera, una capilla religiosa de puertas de madera desvencijadas que dejaban entrever velas encendidas en su interior.
Entramos con horror al terreno circundante, pero un personaje nos salió al paso, controlando al perrazo negro y alumbrándonos con su lámpara. Solo nos invitó a retirarnos y a buscar en la capilla al velador que dormía dentro.
Salimos sin queja alguna. Y desde mi lugar afuera de la capilla dije "
buenas noches" varias veces, viendo las velitas titilar vigilantes de la oscuridad. Nadie contestó... Fué hasta la cuarta vez que un gruñido inentendible y molesto, de alguien -o algo-, me contestó poniéndome en la boca una sola plegaria: "
Que no se enoje! Que no me mate!".
Pero en lugar del sanguinario canibal que esperaba, solo salió un tipo chaparro y bigotón -hasta ciertamente gracioso- que dijo que los mecánicos llegaban hasta la mañana siguiente.
Así que minutos después llegó el hermano de la Paloma, quién metió mano mecánica por ahí y por allá, hasta que logró hacer que prendiera. Y aunque a duras penas podía avanzar, fué así que resolvimos llevarnos al
Gordo a diez kilómetros por hora hasta llegar a la casa.
Solo me queda ir con el mecánico a que le cheque el resfriado a este carrote anciano y mimado.