Caldo de cultivo

21.2.05

Oro y la ponzoña mataguachos

De entrada ya sabía que iba a ser un día largo; anteriormente ya habíamos tenido ensayos tan largos como éste, pero habría sido el hastío de continuar con esto sin verle fin ni descanso, lo que nos hacía venir quejándonos de la macabra y explotadora jornada teatral que íbamos a tener.

Comenzamos con el ensayo de Danza para el concurso a Mazatlán donde los organizadores de éste, nos conectaron un fabuloso revés en la convocatoria, así que tuvimos que hacer cambios drásticos en lo que teníamos en mente -pero quedó mejor, no lo niego-.

El trabajo comenzó alrededor de las diez de la mañana y pretendía continuar sin fin hasta las cinco o seis de la tarde, así que, arbitrariamente, nos dimos una hora para ir a comer quesadillas y burritos de mashaca y carne con shile de San Pedro; ahí tuvimos un encuentro curioso (Paréntesis).

Lo sé. Obviamente el esfuerzo físico y los burritos no se conjugan bien (a menos que estemos hablando de vientres necios y ceñidos con mala disposición para evacuar), así que era de esperarse que me sintiera marrano o nauseabundo en el ensayo. Y así fué, que momentos antes de comenzar todavía traía los burros en la traquea.

Le comenté a Eva -la de teatro- que me diera tiempo para que asentaran los burritos porque me sentía con ganas de vomitar. Mientras tanto hice un par de llamadas por cuestiones ajenas al ensayo donde, curiosamente, ignoré un ligero piquete detrás de la pierna (pensé que seguramente era uno de esos dolorosos vellitos enterrados). Terminé de llamar y me fuí a sentar a esperar digerir los burritos o echarlos por la borda.
Minutos después los brazos comenzaron a hormiguear, después las piernas, hasta que esa sensación me llegó a la cara. Ricardo -el de música- inmediatamente preguntó si algo me había picado y recordé el falso pelito enterrado; no quedó de otra más que pensar que un bicho malencarado me había echado su ponzoñoso veneno. En el momento el Tiago me trepó a su carro con Eva y salimos rumbo al CIMA.

El camino fué confuso: el vaivén del carro, el adormecimiento de las extremidades, el letargo que me hacía cabecear, el sol mirándome ardiente sobre la cara, la plática forzada de Tiago por no dejarme dormir, la sonrisa que complicadamente lograba esbozar a cuenta de la plática de Eva y el sonido gutural, denso y cavernal que comencé a oir al llegar a las puertas del hospital; me ayudaron a llegar a emergencias porque la taquicardia, la respiración acelerada y las piernas adormecidas me hacían caminar como mujer a punto de parir.

Me metieron a un cuarto con aparatos, me pusieron el tubo de oxígeno (que huele bien rico) en el bigote y cuando la respiración y la taquicardia se calmaron me comenzaron a preguntar qué pudo haber sido. Ya recostado y más tranquilo procedieron con la parte más horripilante del momento: meter el catéter para el suero.

Después del terror, solamente quedó dejarme llevar por el antihistamínico que poco a poco me adormecía y recibir un par de visitas de Lupita mi vecina y la lindísima amá de la Sofía, con quienes me costó trabajo mantener conversación mientras se me cerraban los pesados párpados. Mi madre llegó minutos después con el nerviosismo y seriedad de una madre preocupada, para confirmar que ya todo estaba bien y arreglar el abusivo pago del servicio hospitalario.

No hubo catástrofes ni desgracias. Solamente no puedo comer pescado ni lácteos hasta mañana.


La sensación de mayor plenitud y felicidad que uno puede tener, es recibir mensajes, recados, llamadas y un pastel al llegar del hospital; gracias a esa gente. Y gracias de igual manera a los que, por otras causas, no pudieron contactarme, pero que de igual manera se preocuparon; gracias.

4 Comments:

  • Una vez más te lo recuerdo: el pobre bicho debe haber muerto al instante por envenenamiento con sangre de guacho. ¡Qué dolorosa muerte!...

    By Blogger R2, at 9:54 p.m.  

  • Jajaj ¡el hocico!

    By Blogger Calvin, at 11:06 p.m.  

  • A mi amigo envenena bichos le faltó mencionar que su maestra de danza le había pedido comida de San Pedro, la cual pidió y le empacaron para llevar... misma, que dejó en el mostrador y de la cual se acordó cuando veníamos a medio camino rumbo al Tec. Reconociendo su sonsez, tuvimos que regresar... y me pregunto, ¿será que si hubiera agarrado la comida cuando debía, el bicho no le hubiera picado?
    once more... timing is the key!
    p.d. ya no quiero sustitos!

    By Blogger Lucia Galván, at 5:51 p.m.  

  • ¡Se le antojó un pellizcó de mi nalga al bicharajo mañoso!

    ¡Así de pelada!

    ^^

    By Blogger Calvin, at 11:30 p.m.  

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