¡Magistral, regio, sublime, espléndido!

Una sociedad viene martirizando a una mujer que siente indecente por recibir propuestas sexuales de su marido.

Ella tomá el café todos los días con sus amigas (con aquella del Lincoln negro, con la que vive en la casa de un millón doscientos y con la que espera que llegue su sala importada de Francia). Ninguna de ellas trabaja obviamente, pues una mujer de clase no debe hacerlo.

Un chamaco medio cegado por la falta de vitamina A en su dieta fue hace poco a pedirle dinero "pa' un taco"; esta señora, en su afán filantrópico, le devolvió el pedido con un fabuloso y sabio revés: un folletito donde explicaba que la poderosísima oración curaba el hambre y cualquier enfermedad si se hacía con verdadera fé y amor (en un momento hasta pensó en sugerirle a su esposo político que purgaran las legislaciones alrededor de la canasta básica y el salario mínimo, y así sustituirlo por una oración obligatoria que combata la pobreza y el hambre del país, pues a ella le funcionaba el rezo cuando sentía que iba a romper la dieta).

Sin embargo, cabe aclarar que entre sus logros ella ha sabido definir claramente el camino universal de la mujer: "Creo que lo único que nos queda a las mujeres mayores de 40 es engordar, ir con la pedicurista, leer, hacer obras de beneficiencia, y escribir poemas, muchos poemas que algún día, si los hombres son justos, nos serán reconocidos..."

...Creo que le voy a sugerir a mi madre que se deje de chingaderas; que abandone la profesión, el ejercicio y que escriba poemas a la vida implorando con ansias que algún hombre justo se los reconozca para que su vida así valga algo entonces...

Recordemos y repitamos: "La vida de la mujer después de los cuarenta vale pito si el hombre no la aprueba"