Caldo de cultivo

4.1.05

Itinerario Vacacional

Ahora bien, a pesar de que no tenía muchas ganas de pasar las fiestas decembrinas en una ciudad desconocida y algo desagradable para mí, creo que fué lo mejor.

Iba con el único plan de visitar a mi apá, que se había ido desde julio a trabajar allá, porque movieron el corporativo de gasolineras; ni modo, vendieron El Capitán. Pero las actividades secundarias fueron de primera ^^
Para empezar, dormí las horas que me hacían falta desde principios del semestre, estando metido en la cama siempre antes de las diez de la noche; también leí cuatro libritos algo interesantes (Los ojos del perro siberiano --A. Santa Ana, Confieso que he vivido --Neruda, El anticristo --Nietzche y terminé con Lola Casanova --Rojas González), con los que me desvelaba a veces hasta a la dos o tres de la mañana; comí asquerosamente, de toda calidad, cantidad y variedad de restaurantes, puestos y chucherías; di algunos paseos por San Diego, San Ysidro, Ensenada y Rosarito (con sus respectivas compras, tragaderas y perdidas); y tuve una navidad tranquila, con el tiempo que le hacía falta a mi apá para vernos y disfrutarnos.

Me da una asquerosa goeba abundar en más detalles.

Ah, por cierto, un suceso curioso: donde me quedaba es en el departamento de Tijuana que se comparte con otra persona del corporativo del negocio. Esta persona, había salido de vacaciones a Vancouver, así que tuvimos el departamento para nosotros tres nada más. Pero dejó un recado de que el día 27 iba a llegar un amigo de él y se iba a quedar en su habitación: Jorge Ceballos.
Yo nunca ví cuando llegó, solamente oía su voz y a veces sus pasos cuando entraba o salía, pero nunca supe quién era. A veces platicaban brevemente, él y mi apá, en la mañana antes de salir al trabajo. En las noches se llegaba a oir la tele prendida. Solo por esos indicios sabía que había alguien en el cuarto contiguo.
Sin embargo, fué hasta la última noche, cuando estaba haciendo mi maleta, que se abrió la puerta del cuarto del inquilino desconocido. Su cara obviamente me era conocida, pero me tomó algunos segundos captar la ridiculez del asunto. Este tipo, conocido más comúnmente, como El Chileno, era el tal Jorge Ceballos. Y ya nos conocíamos, ya habíamos hablado antes, habíamos pisteado juntos y nos habíamos reído juntos.

En fin, después haber aclarado cuantas veces habíamos divagado, perdiendo el tiempo, al no tener nada que hacer en Tijuana, salimos en la lluvia rumbo al McDonald's más cercano a comprar una cuarto de libra y un sundae.
Tocamos temas triviales, escolares y algunas broncas personales que me relató con cierta amargura por la densidad del tema, pero un completo agrado de tener a alguien de la edad con quién comentarlas. Después cada quién se fué a dormir.

Dudo que lo vuelva a ver. Ojalá se arreglen sus problemas.