La pereza incumplida

Entiendo al arturo cuando dice que quiere dedicar un día a echar la güeba completamente, sin ningún remordimiento.

La sensación de malestar que me causa el no poder quedarme en chones todo el día jugando nintendo, viendo películas, comiendo picsa y durmiendo, me está cansando.

La bronca son mis castrantes ganas de estar ocupado haciendo algo de provecho; numerosos consejos maltratan al ocio y la güeba como malísimos entre los malísimos. Pero me sobran las ganas de dejar todo para otros días, desocuparme de cualquier compromiso, dejar que se me pudra la retina tras largas horas viendo películas, delinear una profunda hendidura de tiernas nalgas en el sillón café, ampollarme el dedo gordo desgastando la palanquita del nintendo y tragar porquerías como demente.

Y es que tengo en mente muchas cosas que empiezo poco a poco y van consumiendo cada hora que, potencialmente, pueden servir volverme tarado en variadas actividades ociosas. Por ejemplo, acabo de recibir un correo donde ofrecen trabajo de agente de ventas de Prodigy e Infínitum. También quiero continuar la disciplina de ir al gimnasio ("...so i don't get fat!"), seguir en canto, ensayar la obra de Lola Casanova, irme a la isla Tiburón el 16 de diciembre, sacar más rolitas en la batería, cumplir con las citas de café y terminar algunos pares de libros (entre otras cosas).

Por cierto, tengo la esperanza de que, ahora, el Batizado de Capoeira (Felicitações para Zeev, Lian e Carrotas) no dure las tres horas y media que había durado el año pasado; esa vez hacía un calor espeso, sofocado, lleno de nalgas y espaldas sudorosas que, después de las dos horas, ya se preguntaban cuando iban a bajar el telón y dar las disculpas (no las gracias). Aclaro, antes de disputas y malentendidos, que me fascina el capoeira y ver a mis pequeños compas demostrando hábilmente que podían ser batizados, me dió gusto. Pero el evento fué una chinga.


Me iré a comer algo y a fingir que no tengo nada que hacer durante unos 20 min.