He descubierto el plan oculto entre las peluqueras que visito. Que sus artimañas por fin sean reveladas, con motivos de calmar mi conciencia en caso de que algún inocente caiga en sus tenazas.
Han sido enterados:
Durante más de un año he sido degradado y mi cabello prostituído al límite de la envilecimiento; cada visita al lugar de la peluquera, coincidia con una patilla más larga que otra, una colilla en la nuca al estilo
acordeonista grupero, un fleco diminuto e
"impeinable", así como otras formas de humillación que pretendieron ser adornadas con lisonjería brutal que me comprometía a seguir visitándolas.
Hoy, peinarme, fue catástrofe y desquicio. Creo que es deber mío, comentarles mi ingratitud y sus manos carentes de toda gracia, pero debo admitir que no sé cómo hacerlo sin parecer hipócrita además vulnerarme gravemente ante la verdad de haber sido un
inmenso imbécil por haber seguido visitándolas a pesar de sus horripilantes rebanes.