Aquí estar jodido es la moda. Para el compa Chayo, para el compa Beto e incluso el compa Adán, como dice Leal, es indiferente comentarlo. El Banano trae la gente y se hace de sus miles de pesos de inmediato. A la raza le pagan el sábado en base a sus líneas trabajadas.
Los de los pueblos aledaños -Zamora, Pesqueira, El Saucito- van y vienen en vans, en grupos de treinta para hacer el viaje más económico. Los que vienen de Puebla, Oaxaca y Chiapas llegan en camiones y pasan la noche en los dormitorios de tabique y lámina; cada quien trae sus cartones, plásticos y -los más elegantes- colchas para improvisar camas sobre las literas de cemento, que anidan numerosos arácnidos y rastreros las esquinas de los travesaños.
Al frío nadie lo evita. Se cuela por la lámina del techo y -cuando hay- bajo las puertas de latón.
Allá en la ciudad dos veces se pintó la oficina; una por probar y la otra porque no gustó el color.
Los muebles de cedro se acurrucaron sobre la nueva alfombra. Aquí en el campo las regaderas no tienen techo y las letrinas de cemento han sido planeadas para fomentar el compañerismo, pues las han dispuesto en un cuarto, todas ellas sin divisiones.
El presupuesto en la empresa se ha recortado pues ya no hay dinero. Los dueños andan en Las Vegas pasando el año nuevo.