Caldo de cultivo

26.11.04

No 'che odiarte... (Yo no odio ^^)

Fué una noche excelente...

La sinfónica me empujó a imaginar mi heroica deserción escolar: dejaría la contabilidad, a Keith y los abandonados de la última generación y correría a la mismísima autónoma de México a diez mil cursos de piano, solfeo, violín, percusiones y canto. Y es que me impresionó ver a ese señorito de galante tranquilidad y porte imperativo, de espaldas al público, como si cuidara cada canción de una piara hambrienta e inmunda; como organizando con satisfacción paterna el ataque de una multitud de escuincles antes de los pistolazos y los globos con agua; como pintando un lienzo que solo él veía, para el deleite de todo oyente.

Nada me metió más dudas que la misma Sinfónica del jueves. Y siempre pasa...


Paty: "Córrele, la gente ya nos está esperando"
Calvin: "Voy voy... peate.. esssquee, eeehhm.. ya casi se acaba.." (Sin dejar de voltear para no perder detalle...)

Y terminó.



La siguiente parte del evento, fué un pseudoafter snob con numerosas personalidades opinando sobre el el expresionismo de Saldaña, el desequilibrio de Ethel Cook --"Ay, tan rara ella.. Ve nomás el cuadro. ¿Que rarita, ¿no se te hace?"--, los feos marcos de Laura Moraga --"ese no combina con el sillón..."--, los colores de Páez --"Que bonito"-- y la sarta de chiles de Delma Garza (...con mi intervención cultural sobre los ready-mades).

El vino, los entremeses y los rozones constantes de este deporte que es la socialización, crearon una atmósfera mágica: una antigua biblioteca rellena de amas de casas sostenidas buscando el marco perfecto para su sala, hombres con una forzada mirada de querer aparentar interés, un trío de camaradas desaliñados con look de crítico y cara de poker (Copyright Tulio) frente a quienes uno nunca osaría opinar erróneamente sobre un cuadro y algunas excepciones.

Además, oscilaban silenciosamente por ahí un par de mujeres.

Una, de pasados veinte años, rasgos finos y mirada curiosa tras lentes de cuadrito. Ella se paraba frente a la comida en el punto de seguridad del lugar, donde, tras el sismo, sería ella el único testigo de los caídos.
La otra mujer, comentó conmigo largo rato la importancia de la cultura, la pérdida adulta de la sensibilidad, la música de sus chamacos, la crítica al baby shower y sociales, entre otros temas que me sorprendían cada vez que esta mujer los entonaba.

Toda esta fauna estaba envuelta por un poderoso halo que impregnaba la sala. Un olor caliente a camarón y vino degustado en el hocico de cada uno de los presentes --todos... hombres, mujeres, guapos, gordos, ricos, licenciados y políticos-- perfumando con decisión el cuarto, mientras ejercitaban su lengua social.

Al final comí tacos y con carne entre las encías confesé que el amor me hacía falta.


*Post escrito el 27 de Noviembre*