Caldo de cultivo

17.8.06

Antes de abrir los ojos

Éramos tres sujetos. Él, ella y yo. Pero en ocasiones se aparecía otro más. El día estaba gris; anunciando un aire tétrico y hostil. Parecía una pista de aeropuerto, elevada, haciendo que el mar golpeara en sus paredes como riscos. El mar también era gris y espumoso. Caminamos hacia la orilla de la pista, quizá para ver el mar. Vimos una cornisa, rodeando el edificio a cierta altura, donde el agua golpeaba; amenazaba tener cuidado. Venía aterrado por el vértigo. Él y ella, venían sin cuidado, se tomaron de la mano, tuve celos, yo tenía un bastón de viejito, él bromeó sobre el gobierno y los mantos freáticos. El mar por un momento pareció de plástico, duro y plano. El sendero comenzaba a ponerse gótico y rojas las tramas de las ventanas. Encontramos una puerta para entrar. Yo sabía que era una mansión; no se por qué. La entrada era para un cuarto de televisión, oscuro y con recovecos. Todo estaba en silencio. Minutos después, un niño pálido salió por una puerta y besó al otro más que en ocasiones se aparecía; el niño corrió y el otro se tornó grisáceo, casi moribundo y sabíamos que ya estaba perdido. Me asomé para buscar al niño. Aventé cosas y arreglos florales, con coraje y temor. En el reflejo de un cuadro de cristal, alcancé a ver la pierna de una mujer anciana subiendo por la escalera. Me asomé y, con terror, miré: dos viejos pálidos mirándome, recelosos, anunciando cuidado. Seguro nos íban a matar. Me levanté temblando y no sé qué significa.