La cara de todos era la misma que uno pone cuando uno está en primera fila del teatro y al protagonista se le ocurre jalar a gente del público: no quieres perder ningún detalle, pero tampoco quieres caer en la ridicula propuesta de ir a verte estúpido sobre el escenario; los ojos esquivaban diestramente su mirada sin perder ningún movimiento del bigotón. Yo me reía de su forzada seguridad (la frente le sudaba y su conversación intranquila y presurosa me hacía pensar que en cualquier momento iba a pedirnos las carteras a punta de pistola).
Se acercó hasta la carreta mientras hablaba de la carne exquisita y del antro de dos pisos, cuando repentinamente miró hacia el sujeto que estaba junto a mí, olvidando definitivamente a qué venía.
Se acercó hasta la carreta mientras hablaba de la carne exquisita y del antro de dos pisos, cuando repentinamente miró hacia el sujeto que estaba junto a mí, olvidando definitivamente a qué venía.
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