El rojo nunca es suficiente
El perfil se torcía grotescamente, cerrando con esfuerzo el ojo que daba a la ventanilla y gesticulando como bárbaro que mastica carroña endurecida.
De la frente nació una gota gorda, que posteriormente le mancharía el cuello de la camisa de milquinientos y su saquito armani de nuevemil; vería la mota amarillenta al dejar sus prendas sobre la cama de su apartamento de solterón y se acordaría.
El dedo se dobló hacia atrás y adelante varias veces, hasta que al parecer logró encallar en un arrecife rocoso y ahí se quedó quieto; se doblaba con firme presión, pero paciente y cuidadoso.
Derrepente jaló con fuerza y no se hizo ausente la lagrimita dolorosa. Pero todo siguió allí.
A escasos metros lo miraba con asombrado detenimiento una señora de pelo alto. El del saquito de nuevemil, con su dedo inserto de nuevo, buscó testigos. Ambos chocaron miradas y de inmediato aplicaron la reglamentaria mano penosa en la frente a manera de visera, para dejar, cada quien, su meticulosa empresa.
Pero justo cuando precisaba audacia para extraer aquel golem encarnado en su cueva nasal y huir culposo, anónimo y satisfecho, dio la luz verde.
El del saquito de nuevemil tomó el volante con el índice levantado para no embarrarlo y pisó a fondo.
De la frente nació una gota gorda, que posteriormente le mancharía el cuello de la camisa de milquinientos y su saquito armani de nuevemil; vería la mota amarillenta al dejar sus prendas sobre la cama de su apartamento de solterón y se acordaría.
El dedo se dobló hacia atrás y adelante varias veces, hasta que al parecer logró encallar en un arrecife rocoso y ahí se quedó quieto; se doblaba con firme presión, pero paciente y cuidadoso.
Derrepente jaló con fuerza y no se hizo ausente la lagrimita dolorosa. Pero todo siguió allí.
A escasos metros lo miraba con asombrado detenimiento una señora de pelo alto. El del saquito de nuevemil, con su dedo inserto de nuevo, buscó testigos. Ambos chocaron miradas y de inmediato aplicaron la reglamentaria mano penosa en la frente a manera de visera, para dejar, cada quien, su meticulosa empresa.
Pero justo cuando precisaba audacia para extraer aquel golem encarnado en su cueva nasal y huir culposo, anónimo y satisfecho, dio la luz verde.
El del saquito de nuevemil tomó el volante con el índice levantado para no embarrarlo y pisó a fondo.
1 Comments:
jajajajajajajajajajaja!!!! no manches!!!!!!!!!
te la llevaste con eso!!!!!!!!
Pero es cierto, cuando la gente maneja va tan metida en sus asuntos que hace de todo sin darse cuenta que es observado.
Con cariño
La vakita
By ivonne (vakita), at 6:21 p.m.
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